Friday, March 19, 2010

Un día Juliana llegó... (tercera parte)

(Aquí la segunda parte)

Por: OmarGamboa
- No hay bonita sin su pero -

Andrés fue a su oficina -como todos los días- tarde -como todos los días-. No por mucho madrugar amanece más temprano. A lo largo del día Juliana estuvo llamando insistentemente al celular de Andrés. Primero para avisarle que ella se iba a Fusa (ciudad muy cercana a Bogotá) a firmar un contrato, cosa que a Andrés le tenía sin cuidado, la verdad: finalmente Juliana no es de sus amigas cercanas. Al rato llamó nuevamente a preguntarle por su cédula: (leer rápidamente y sin respirar) "oye no encuentro mi cédula. ¿Le puedes preguntar a tu mamá que si la dejé entre mis cosas en tu casa?". Con toda la verguenza del mundo por inmiscuir a su mamá en el asunto, Andrés accedió a llamar a preguntar. A los 3 minutos 16 segundos flat Juliana llamó nuevamente. "Juli, espera que mi mamá está buscando, tan pronto ella me llame yo te aviso, ¿vale?". Al poco rato Andrés llamó nuevamente y su mamá le confirmó que allá no había ninguna cédula. "Eso sí, aproveché para ordenarle la ropita a su amiga y volvérsela a meter en las maletas". "Juemadre, qué inteligente mi mamá, carajo", se dijo mientras le marcaba a Juliana a contarle lo de su cédula.
Un par de horas después recibió otra llamada de Juliana, esta vez desde un número desconocido porque de tanto llamar, Juliana ya había descargado el suyo:
- "Hola, ¿cómo te fue? ¿ya estás en Fusa?"
- "No, estoy en Mazurén".
- "¿y tú qué carajos haces en Mazurén?".
- "es que sin cédula no puedo firmar el contrato, entonces me vine a poner el denuncio".
- "pero ¿por qué en Mazurén, si el terminal de transportes es al otro lado de la ciudad?"
- "es que voy para tu casa"
- "¿QUÉ? ¿cómo así que para mi casa? ¿a qué vas a mi casa?"
- "pues porque voy a dormir, ¿no ves que pasé la noche de largo?"
- -Yo también, pendeja- "no Juliana, en mi casa no hay nadie para que te abra, tú no puedes ir a dormir a mi casa"
- "¿no? ¿y entonces?"
- "no, pues no sé. Tú tenías un seminario, ¿no? ¿por qué no vas?"
- No, yo pedí permiso allá. No hay problema, voy mañana.
"¿Mañana? ¿eso sigue mañana?" fue lo único que pudo preguntarse Andrés que cada vez estaba más sorprendido con la desfachatez de Juliana. Al final acordaron que ella pasaría el tiempo de alguna manera, mientras daban las 6 y Andrés podía salir del trabajo. Hacia las 3 de la tarde la niña llamó de nuevo a decirle que estaba aburrida en una tienda, que ya no sabía qué más hacer. "Ok, entonces nos vemos en el Andino a las 5.30. Haz tiempo, que yo tampoco me puedo volar tan temprano", le dijo resignado. Faltando poco para la hora de la cita ella llamó -de otro número desconocido, por aquello de no tener batería en su celular- a decirle (ya saben, rápido y sin respirar)

- "estoy en unilago, cobrando una plata que me debían. En dónde nos vemos?"
- "pues en donde quedamos" -pregunta tonta, respuesta tonta.

Sabiendo que la niña no era particularmente cumplida, Andrés no salió a tiempo para la cita. Se fue para el Andino, al punto exacto de encuentro. Como temía, Juliana no estaba. El problema es que no tenía manera de ubicarla ya que la niña no tenía celular. Tras un largo rato de espera y ya a punto de irse para su casa, ella llamó a decirle que ya estaba por salir. Por fin. Andrés esperó pacientemente y, a pesar de que ella no estaba nada lejos, se demoró eternidades -o eso le pareció a él-. La niña llamó nuevamente -para qué carajos- a preguntarle a Andrés dónde estaba.

- "pues donde quedamos, en el mismo sitio que hace una hora. ¿dónde más voy a estar? la pregunta es ¿dónde estás tú?", le respondió él de la manera más paciente que pudo.
- "aquí frente al juan valdez del andino".

Él sólo pensó que a estas alturas era más fácil que él fuera a buscarla de una bendita vez y no darle pie a que se pierda de nuevo, pero cometió el error de colgarle. Llegó al Juan Valdez y nunca la encontró. Miró a lado y lado, entró a la plazoleta, revisó la fila, fue hasta el baño, salió, saltó, refunfuñó. Juliana no aparecía. A punto de desistir e irse de una bendita vez para su casa, ella apareció entre un grupo de vendedores ambulantes. Entre aliviado -porque apareció- y resignado -porque apareció- Andrés fue hacia ella, quien estaba escogiendo collares de uno de los vendedores y al tiempo jugando con un niño, hijo de una señora de aquellas que venden minutos a celular. Evidentemente Juliana llevaba un buen rato porque ya tenía al menos 20 collares escogidos, colgando de su brazo mientras el vendedor se sentía realizado porque logró su agosto. "Bueno señor, entonces guárdeme estos collarcitos que no tengo plata aquí, pero mañana venimos a esta misma hora, ¿cierto Andrés?", dijo ella. Andrés visiblemente molesto le dijo que sí, como para salir rápido del asunto. Terminada la "transacción" Andrés empezó a caminar hacia los bares para escoger dónde sentarse y así decirle un par de cosas a Juliana, hasta que notó que la susodicha no venía con él. Al mirar atrás la vio hablando con la vendedora de minutos a celular y con su hijo, alzado. Con la resignación aumentada al 200% Andrés regresó y escuchó a Juliana diciéndole a la señora: "Bueno, ya sabe mi señora, nada de comprarle pendejadas al niño, comida chatarra y esas cosas. Me hace el favor y le compra un mercadito bien nutritivo. Es más, ¿sabe qué? tome mi número de celular y me llama mañana que a esta hora voy a estar por acá y le doy una platica. ¿Cierto Andrés?". Él no sabía si sorprenderse a estas alturas, pero no dejó de llamarle la atención que ella fuera tan confiada, tan descomplicada y tan generosa. En una ciudad como Bogotá no se acostumbra a darle el número de celular a alguien que acabas de conocer, particularmente a unos vendedores ambulantes, y tampoco se regalan 100 mil pesos así como así.
Cuando por fin Juliana recordó que se iban a ver para tomar algo y charlar -fue la cara de Andrés la que le "recordó" el compromiso inicial- se dirigieron a escoger alguno de los bares. Se sentaron en una de las terrazas, ordenaron un par de cocteles y empezaron a hablar. Luego de tocar varios temas banales, Andrés le dijo a Juliana que ella no podía quedarse esa noche en su casa, que lo que inicialmente hablaron y lo que él tenía entendido es que ella venía por una noche. Que el favor que ella le pidió fue recogerla, no servirle de hotel. Bueno, no se lo dijo de esa manera, pero en resumidas cuentas esa era la idea. Juliana comprendió y empezó a llamar a sus amigos en la ciudad a ver si alguno le daba un lugar para pasar la noche. Las maletas de ella seguían donde Andrés, pero eso era lo de menos con tal de no tener ese compromiso y no seguir molestando a su mamá. Juliana llamó cualquier cantidad de gente -desde el celular de Andrés, recordemos que el de ella se descargó en la mañana- y por fin un amigo accedió, pero con el compromiso de que se fuera de rumba con ella esa noche. Andrés reconoció su única oportunidad. Era ahora o nunca. Fue por eso que él le propuso ir a su casa para recoger las maletas y que ella saliera para donde su amigo. Cuando llegaron al apartamento de Andrés encontraron -como él ya lo sabía- las maletas de Juliana empacadas y listas. "Andrés, ¿me prestas tu celular? voy a llamar a mi amigo para ver dónde está". "Claaaaaaro Julianita" dijo él, encantado. Ella lo llamó, dejó timbrar y colgó. Marcó de nuevo, dejó timbrar y colgó. Marcó una tercera vez, con el mismo resultado. El amigo de Juliana no aparecía.

Maldición ciega.
 

Sunday, March 7, 2010

Un día Juliana llegó... (segunda parte)

Aquí la primera parte

Por: OmarGamboa
- La cama y la cárcel son pruebas de amigos. -



Andrés y Juliana subieron por el ascensor, él cargándole las dos maletotas -las de mano sí las llevaba ella, alma caritativa-. Por supuesto él ya estaba pensando "en qué me metí Bendito Dios". Al entrar al apartamento, procurando no hacer mucho ruido y despertar a alguien, ella le pide a Andrés una piyama porque "le dolía la espalda" por el viaje. Obviamente él se preguntó "¿y esta vieja pecueca? ¿no se supone que tiene media hora?". Pero como finalmente no era su problema si ella llegaba tarde, buscó en su armario y encontró un pantalón de piyama de los más pequeños. Juliana no le dio tiempo ni de pensar si se iba o no, cuando se fue quitando el jean que traía. Andrés quedo sencillamente atónito presenciando semejante escena, de esas que uno no espera que le vayan a pasar... o al menos no sin un besito de arranque. Aunque sea. 

Pues esta mujer poseía uno de esos traseros como para hacerle un busto, porque el busto si no le daba para el busto. Andrés extendió la mano sin dejar de mirarla (y sin cerrar la boca) - procurando no ser tan indecente como siempre pensó que sería en esta situación- y le dio el pantalón, que ella se puso con la mayor naturalidad del mundo. Obvio, ella se ha visto empelota toda la vida, ¿cuál es la novedad? Acto seguido Juliana se acostó en la cama, todavía destendida, boca abajo -gacela cansada-, mientras Andrés era presa de todo tipo de malos pensamientos. A su cabeza volvió aquella recurrente pregunta que solemos hacernos los hombres: "¿es que acaso las mujeres no se dan cuenta de cómo nos provocan?" y siguió: ¿me estará provocando o será tan conchuda que piensa que para mí es normal verla en tanguita? Es que ni a mi hermana, carajo!"

Superado el trauma y cerrada la boca Andrés se acostó junto a ella, convenciéndose de que ella efectivamente sólo quería descansar. Igual, en sólo media hora el taxista llegaría y ella ya debería estar lista. Por otro lado cuando ella se fuera él entraría a bañarse y llegaría a su oficina temprano para quedar como el mejor de los empleados. ¡¡Perfecto!! Al dar las 6 sucedió lo esperado: llegó el taxi. El citófono sonó tan duro como nunca, Andrés miró a Juliana con cara de "¿qué carajos le digo?" a lo que ella respondió sin abrir la boca pero en perfecto español "dile que vuelva en 15 minutos" -osito perezoso-. Cuando Andrés volvió a su habitación la niña ya estaba despierta pero no estaba preparándose para arreglarse como cualquiera hubiese esperado. Ella estaba con el computador de Andrés en sus piernas: "Voy a mirar facebook un ratico, ya te lo desocupo".

Para cuando sonó el citófono nuevamente ya la mamá de Andrés se había levantado, así que ella contestó el aparatejo. "No mamá, dile que vuelva en 15 minutos que esta niña no se ha entrado a bañar", dijo Andrés, antes de darle el beso de los buenos días y de mirarla con cara de "sí, yo sé, por pendejo me pasan estas vainas". Volvió a su habitación y al confirmar que ella seguía inmersa en internet, él decidió entrarse a bañar, con la esperanza de que ella siguiera su ejemplo -ovejita descarriada-. Efectivamente, cuando Andrés salió para verla lista para su baño quedó de una pieza porque, por el contrario, ella estaba sacando la ropa de las maletas y la estaba acomodando en ¡¡SU ARMARIO!!. Juliana -sangijuela vividora- le dijo "no te preocupes, esta noche te la ordeno mejor". "(¿¿QUEEEEEEEEEE??) ¿cómo así que esta noche? ¿te vas a quedar esta noche?". Juliana entró riendo al baño -por fin- dejando a Andrés tratando de organizar sus ideas y darse cuenta a qué hora pasó todo eso.

Cuando ella salió de la ducha a cambiarse, Andrés ya estaba desesperado y pensando que no había conocido antes una persona tan despreocupada -conchuda- en la vida. Para ese entonces el taxi ya había vuelto y estaba esperando en la portería. Hace rato. Juliana muy amablemente le recordó a Andrés que le prestara plata para el taxi porque ella -pajarillo inocente- no tenía un peso encima, prometiendo regresárselos esa misma noche cuando se volvieran a ver. Por fin esta niña salió de la casa de Andrés, dejándolos -a él y a su mamá- silenciosos y tratando de entender qué acabó de pasar. Un poco aliviado volvió Andrés a su habitación acomodó las maletas de Juliana donde pudo, escogió la ropa que se pondría, respiró hondo y pensó "¿ahora... cómo belcebúes voy a salir de esta?"

(Aquí la tercera parte)

Monday, March 1, 2010

Un día Juliana llegó... (primera parte)

Por: OmarGamboa
- No por mucho madrugar amanece más temprano. -
En medio de la serenata para el matrimonio de una pareja de buenos amigos, recibió una llamada a su celular. Era una de esas "amigas" lejanas, de las que conoció por facebook hace un buen tiempo. Juliana vive en otra ciudad por lo que sólo se veían cada buen tiempo, cuando ella viajaba a Bogotá, en total unas... tres veces.

Por lo que Andrés vio siempre desde la distancia en el facebook de Juliana y en general en su comportamiento, ella es una mujer despreocupada, algo loca, en el buen sentido de la palabra. No era infrecuente recibir llamadas suyas inesperadas pidiendo mucha plata prestada, plata que obviamente Andrés nunca le prestó, ni tarado que fuera.

- "Aló? Hooola Juliana, ¿cómo estás?" 
- "Hola Andrés, oye, voy para Bogotá", respondió ella rápidamente y sin respirar, con su característico acelere.
- "¿En serio? Oye, qué bueno, me avisas y nos vemos un ratico. ¿Y eso, a qué vienes?"
- "A un seminario, tengo que estar a las 7 de la mañana en el centro"
- "Ah muy bien, me avisas entonces, cuídate."
- "No, es que voy YA a Bogotá". 

Andrés pensó en las varias veces que ella había hecho lo mismo: venir a Bogotá a un seminario todo el día y luego regresarse. Quizás quedarse el fin de semana y salir de rumba una o dos noches.

- "¿Te puedo pedir un favor?" -dijo ella- "¿Tú me puedes recoger?, es que mi amiga no puede"
- "¿Recoger? ehh... ¿En dónde? ... ¿cuándo?" preguntó nervioso y pensando cómo zafarse de esta.
- "Pues en el terminal. Yo creo que estoy llegando a Bogotá a las 4 am" responde ella con total desparpajo.

Lo único que Andrés pensó fue "esta vieja está loca. Ni que yo fuera el novio" y sólo atinó a responder:

- "¿CUATRO DE LA MAÑANA? No Julianita, yo tengo unos tragos encima, y no voy a salir a las 4 de la mañana hasta el terminal"
- "Bueno, no importa, yo llego donde estés"

Sin verle tanto problema y con el espíritu altruista al máximo, finalmente le dio la dirección de su casa. En últimas trasnochar un poco una noche para hacerle el favor a su amiga no estaba tan mal. 

Después de la reunión serenatera, Andrés salió para su casa, a eso de la media noche. A las tres de la mañana se despertó intranquilo, chequeó su celular y no vio llamadas perdidas, escena que se repitió a las cuatro y de nuevo antes de las cinco: Juliana nada que aparecía. Ya en esta tercera ocasión decidió llamar entre preocupado por ella y esperanzado en que finalmente la amiga de Juliana pudiese darle posada. Cuando habló con ella le dijo que estaba entrando a la ciudad, que en un rato lo llamaría para avisarle que está cerca de su casa, como efectivamente sucedió: "¡Andrés! -dijo ella muy acelerada- necesito que me prestes para el taxi porque el cajero no me dio plata!". Mugre vieja esta, aparte de todo pagarle el taxi... pero bueno, ya untada la mano...

Cerca de las 5:30 finalmente ella llegó en su taxi. Andrés bajó en sudadera, dormido, con la billetera en una mano y las llaves en la otra. Luego de preguntarle al conductor, éste le respondió "Son 19 mil pesos, chino". "¿¿Huy carajo, pero la trajo desde Melgar??", pensó Andrés. Buscó para pagarle y notó que tenía 17 mil pesos mas un billete de 50 mil. El taxista le dijo que no tenía para las vueltas y tampoco le recibía los 17 mil, a lo que Juliana rápidamente respondió: "No importa señor, como usted va a volver ahora por mí, pues le pago más tarde. Ahorita vamos a un cajero, ¿cierto Andrés?". 

Andrés no se hallaba yendo al cajero a las 6 de la mañana, sacando el carro y demás. ¿A quién en el nombre del Señor se le ocurre viajar a otra ciudad sin tener dónde pasar la noche y sin un peso en el bolsillo? Él asintió con tal de poder despachar al taxista pronto y que dejara de ser su problema. Una vez dicho esto, Juliana se bajó del taxi sacando consigo gigantes maletas, como para una semana de paseo al Cocuy.

- "¿Y tú por qué traes tantas maletas?", preguntó alarmado Andrés, temiendo que lo peor estuviera por pasar.

La segunda parte la puedes ver aquí

Amigos que nos siguen