Tuesday, February 22, 2011

El primer baile

Por @OmarGamboa

Para bailar con Andrés o Carito:


-La primera vez duele-

Era su primera mintieca. Qué emocionante. Las minitecas son los primeros pinitos de todo cachorro humano en la jungla social y Andrés no fue la excepción. Es su primer enfrentamiento con aquella manada de seres exóticos, esos especímenes despiadados que lo harán padecer gran parte de su vida, devanarse los sesos tratando de descifrar ese comportamiento que va más allá de su primitivo pensar.

Como todo adolescente que se respete, Andrés no fue emparejado sino con su grupo de amigos, todos igual de inexperimentados a él. Iban a encontrarse además con el grupo de amigas que conoció dos meses atrás, por supuesto gracias a las habilidades de sus amigos. Él no era tan hábil para conocer en aquel entonces. Pasó varios días pensando nervioso en el tema. Prom de colegio religioso femenino: Dios mío… ¡¡era como estar de safari en Zimbabwe!! El ritual lo hizo completo, tal como lo vio siempre en comerciales: música a todo volumen, afeitarse -algo innecesario a esa edad-, la mejor camisa, el correspondiente chorrito de colonia boy-boy en sus manos para aplicársela en las mejillas. Por favoooorrrr, ¿cuál Brad Pitt?? ¡Ni George Clooney tiene tanto estilo! Dos horas antes de comenzar la fiesta, que de por sí ya era bastante temprano, se encuentra todo el grupo de amigos. "¡Demonios! ¡Todos vieron los mismos comerciales que yo!", pensó Andrés cuando notó que todos olían a lo mismo. 

Aunque todos tenían la misma risa nerviosa, ninguno pensó que se notara. La ansiedad y los primeros esbozos de feromonas asomaban, hasta que por fin apareció el papá de Santi, el mejor amigo de Andrés. La pandilla completa se sube al carro y pasan eternos 20 minutos en su viaje final. ¡¡¡Zimbabwe: Aquí vamos!!! Era como ir en un B52 esperando que se iluminara la luz roja y todos saltaran en sus paracaídas tras el GO-GO-GO del comandante.

Llegó ese momento que parecía tan lejano: 3 de la tarde de sábado, Andrés se baja del carro y mira con desdén la fachada del colegio, como vio que hacen los protagonistas de las películas de acción. Cuando se cerciora que el grupo está completo, empieza a caminar con paso firme -al menos eso creía él- buscando su destino. Algo aturdido por no conocer el terreno, ingresa al majestuoso salón oscuro. Las ventanas estaban cubiertas con bolsas de basura, negras. Sólo se podían ver unas luces fastidiosas de todos colores que le pegan directo en la cara, y unas cuantas siluetas de lo que parecen ser personas. ¡Dios mío! ¡Niñas! Hasta aquí llegó la valentía.

Sintió que todos lo miraban, repasó rápidamente: ¿camisa planchada? bien; ¿pantalón? puesto (¿o es que ustedes nunca soñaron que estaban en medio de un montón de gente y de repente se dan cuenta que no tienen pantalón?); zapatos? claaaaro, los de moda; parece que todo está bien. DIOS: ¿es el jean nuevo? ¿o el que se rompió en el último partido de fútbol improvisado contra los de la cuadra de al lado? Alivio, no hay huecos. ¿Colonia? Obvio, boy-boy, "para los niños de hoy". Esas miradas no podían ser sino de admiración, se dijo Andrés para envalentonarse.

Sus amiguitos ya iban más adelante, Santi encabezando. Carajo, Santi siempre ha sido el más popular entre las niñas, ¿¿por qué siempre se me adelanta??. Con paso veloz Andrés los alcanza, gracias a que se detuvieron revisando el terreno, buscando el mejor lugar para iniciar su cacería: Tierras altas, siempre ha sido la mejor opción. Desde ahí Andrés miró a lado y lado, buscando a Carito y sus amigas. Ella siempre fue la que más le llamó la atención, sobretodo desde aquella vez que jugaron 7-pum y ella ganó. Además de bonita era muy inteligente. Él supo que era el amor de su vida porque la primera vez que la vio sintió que caminaba en cámara lenta. "¡Allá están!" gritó Camilito señalando a un lado del salón, y todos se dirigieron allí. Andrés las saluda a todas de la mano -igualito que se saludan los jugadores de baloncesto antes del partido- dejando a Carito para el final, obviamente. Sintió que las piernas se le doblaban cuando sintió esa mejilla suave en la suya. "¡¡¡NUNCA ME VOY A LAVAR LA CARA!!!" se juró a sí mismo. Era como estar en la puerta del paraíso. Sólo faltaba que San Pedro dejara entrar. La charla nerviosa se dio entre todos, Ricardo, el mayor de todos y el que siempre tenía un chiste a mano, era el que más hablaba. El chiste a mano es porque tenía unos papelitos en que anotaba los chistes. Era medio desmemoriado el pobre. Andrés estaba entre intentar decir algo inteligente y forzarse a no mirar mucho a Carito y delatarse. Lo peor que puede pasarle a un niño de esa edad es que ella sepa que él la quiere. Bueno, que lo sepa ella y que lo sepan sus amiguitas.

Cuando la música empezó, sonaba tan duro que ninguno se escuchaba, pero cuando Ricardo dejaba de gesticular, todos se reían en coro: seguro era algo chistoso. Andrés actuaba mecánicamente, lo único que tenía en mente era bailar con Carito por primera vez. Bueno, bailar con una mujer que no fuera su tía por primera vez. Respiró hondo, la miró muy nervioso, fue hasta allá y le dijo "¿bailamos?"

Continuará. 

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