Sunday, February 5, 2012

Le pasó a una amiga.


También hay historias de mujeres. Aunque nuestro protagonista es Andrés y sus mujeres, esta historia es digna de ser contada así que haremos una excepción.
- La redacción.

Andrea sabía que tendría algo con él desde que lo vio. El tipo tenía su "algo" y ella no quería dejarlo escapar. Sabía que también es muy atractiva y se decidió a usar todas sus armas. Cuando vio que él se sentó en su escritorio, ella tomó unos papeles para pasar hacia la fotocopiadora "casualmente". Papeles en mano y escote en tetas- se fue decidida.

Al pasar frente a su escritorio lo miró directamente a los ojos y sonrió coqueta. Claro, Juan Carlos no pudo evitar sonreír sorprendido. Más tarde ese mismo día fue él quien pasó frente a Andrea como yendo al baño. Cuando volvió se detuvo en el escritorio de ella y la saludó: "Hola, perdóname, no conozco mucha gente aquí y pues… no sé dónde almorzar. ¿Qué conoces por acá?". Fue así como terminaron almorzando juntos y empezaron a coquetear con más decisión. 

El tiempo pasó normalmente -en realidad el tiempo siempre pasa normalmente, ¿cómo pasa el tiempo anormal?- y ellos siguieron charlando, sonriendo, riendo y coqueteando cada vez con más frecuencia. Con los días ya la cosa pasó de ser charla de escritorio a ser charla por messenger, luego fue charla por Blackberry y, si seguían así, seguramente terminaría siendo charla de alcoba. Cuando Andrea supo que él es casado ya estaba muy encarretada. Juan Carlos no usaba su argolla desde que la perdió. O al menos eso aseguró él.

Aunque Andrea quiso frenar las cosas un poco, una noche terminaron saliendo a tomarse un cafecito inocente. Por supuesto la charla fue "interesante" para ambos, y el tono cada vez subía más, hasta que ella prefirió cortar antes de que la cosa se complicara. Pero la cosa no era tan fácil porque Juan Carlos no vivía muy cerca de allí y le pidió a Andrea que lo dejara pedir un taxi desde su casa. Y bueno, no supo cómo decirle que no. Efectivamente llegaron a su casa y mientras ella dejaba sus cosas y le servía algo de tomar -que no se dijera que es mala anfitriona- él llamaba el taxi. La cosa se complicó.

Andrea llegó a la sala con el vaso de gaseosa, Juan Carlos la tomó -a la gaseosa- y la puso contra la pared -a Andrea. Y lo que empezó en una pared de la sala, pasó por sofás, comedor, corredor y terminó en la cama, como cualquier pareja sexual decente. No vamos a detallar todo el ajetreo, esto no es un relato erótico. Pero lo que sí diremos es que Juan Carlos siempre hizo un esfuerzo sobrehumano por no "terminar" y eso le llamó la atención a Andrea, aunque no se explicaba por qué. Quizás el personaje creía fielmente en que el placer es darlo, o quizás era uno de esos hombres frígidos que narran en las historias de ficción, o de terror. Como sea ella estaba feliz y se dedicó a sentir a sus anchas. Y a sus largas. Y profundas. En fin.

Cuando finalmente él ya no pudo más, Andrea estaba sentada sobre él. Juan Carlos empezó a tensionarse, a apretarle los muslos a Andrea, a ponerse rojo, hasta que… inexplicablemente empezó a convulsionar. Sí, así como lo leen.

La tomó de las caderas y la mando a volar. Al principio Andrea lo tomó como un juego. Los primeros 2 segundos. Cuando ella vio que no era broma empezó a preocuparse. "Carajo, ¿qué le dio a este tipo?" fue lo primero que pensó. A los pocos segundos la cosa ya iba por "oiga, nada que le pasa", "mierda, maté a este man". Después de un par de minutos ella ya se hallaba dándole explicaciones al CTI y dejando una viuda en el mundo. Fueron los tres minutos más largos de su vida.

Al final Juan Carlos reaccionó, empezó a respirar más despacio, a recuperar su color natural, e incluso a sonreír. Cuando ella le preguntó qué pasó, él sólo dijo "siempre me pasa". Por Diosssss, ¿Y NO PODÍAS HABERME AVISADO ANTESSS?, pensó ella. Se vistieron en medio de una de las situaciones más incómodas que ella recuerde. Él trataba de hacer bromas y ella… pues se reía como para no hacerle el feo. Hasta que él dijo "¿Y entonces? ¿Cuándo repetimos?".  Ahí fue cuando ella dejó de reírse y lo sacó de su casa. No hay derecho.

Amigos que nos siguen